lunes, diciembre 07, 2009

Creer para ver


















Fábrica de Sueños:
Creer para ver



Joel Muñoz, 23 de junio, 2009


El hombre pragmático y realista nos mira desde su posición segura y plena de verdades, todas ellas muy bien comprobadas. Lleva las úlceras por dentro, el estrés, el desencanto, la falta de sentido de la vida. Y nos juzga, nos pone a prueba, nos pregunta inquisitivamente por los resultados, por los indicadores objetivos. ¿Calculaste el riesgo? ¿Qué rentabilidad tiene todo esto? ¿sabemos lo que quiere el mercado? ¿Qué antecedentes tienes para probar tus ideas y tus sueños? ¿Cómo puedes demostrarme el sueño de la felicidad en un marco lógico?
Y uno lo queda mirando, hasta da tristeza. Por uno mismo y por el otro, ése que pregunta cosas tan propias de la madurez y la objetividad, para las cuales no tenemos una respuesta medida y comprobada. Cómo explicarle que lo único que se puede medir es sólo la experiencia ya ocurrida. El hecho que ya aconteció. Que no se puede medir un sueño, una idea, una creación. Porque eso es futuro, una realidad que aún no se configura. Cómo decirle que una idea o un sueño se valora, no se cuantifica.

Eso de “ver para creer” nos transformó en simples testigos y cómplices de más de lo mismo. La ley de la ciencia que da cuenta de las cosas como son y no de cómo podrían ser. Eso ha sido la muerte de tantos sueños cada día. Por eso propongo invertir la frase: Creer para ver. Tenemos que Invertir el orden cultural y sicológico que nos ha empequeñecido tanto. Un orden cultural que nada tiene de orden natural de la existencia.

Anticipar el futuro. Ensoñarnos con algo. Visualizar un estado deseado. Emocionarnos con una imagen que aún no existe, con una visualización de un futuro que puede llenarnos de felicidad, de gozo, de bienestar material e inmaterial, de alegría de vivir, no cabe en la mente pragmática, realista, con los pies en la tierra. La absurda e insoportable lógica de quienes andan midiéndolo todo, pesándolo todo, calculándolo todo, me aburre, me cansa, me anula como ser humano, es un atentado cotidiano contra una de las cosas más importantes de nuestra existencia, la posibilidad de imaginar y construir una vida mejor. La posibilidad de acceder a esferas diferentes de lo concreto, eso que se valora tanto. Lo concreto como la pared de enfrente. Lo concreto como el asfalto y los edificios que nos tapan la mirada. Lo concreto, el saldo de la cuenta corriente. Lo concreto, la estadística que demuestra tanta estupidez humana. Lo concreto, el tiempo que demoras, los kilos que pesa el asunto, los metros cuadrados de la superficie. La temperatura del frío e impersonal mundo que construyeron otros para su beneficio.
Váyase a la cresta señor concreto. Con sus medidas e indicadores se ha depredado el mundo y por sobre todo, se acaba con la posibilidad de la vida hermosa y realizante.

Por eso tengo una fábrica de sueños. Una fábrica con todas las de la ley. Tenemos la posibilidad de percibir nuestros sueños y los de otros. Tenemos la tecnología para interpretarlos y ponerlos en marcha para su realización. Tenemos la sensibilidad para compartir la emoción que produce soñar y ponernos manos a la obra. Tenemos amistad con el riesgo, con la incertidumbre, con el error, con esa zona desconocida que existe entre el soñar y el hacer. Tenemos el arte y la creatividad para nombrarlos, identificarlos, envasarlos, venderlos, distribuirlos y hacerlos llegar a todos los rincones.

El sueño es energía positiva y constructiva. Imaginar el futuro como una transformación de esta realidad, chata, miserable, empobrecida, mediocre, hacia un estado de satisfacción y de belleza, es lo más grande que puede sucedernos. Es nuestra arma secreta para vencer los males que azotan, las mentiras que nos invaden, las justificaciones que nos derrotan, las deudas que vamos acumulando, los deberes ser que nos han inculcado, la pasividad que nos atonta, la indiferencia que nos separa, la pobreza que abunda, la riqueza inconmesurable de algunos pocos, la buena voluntad que hace falta, la justicia que no ve, y todas esas cosas que nos hacen querer marcharnos de esta vida, fugarnos, escaparnos, drogarnos, emborracharnos, olvidarnos de nosotros mismos.

El sueño mueve la energía, produce efectos bioquímicos anti depresivos, genera acción, pone en movimiento, nos hace despertarnos, nos permite conectarnos invisiblemente con otros espíritus creativos y constructores, nos ayuda a reconocernos con sólo mirarnos, nos hace enamorarnos y nos vuelve a hacer creer en nosotros, en la humanidad y en lo que pueda haber más allá.
Yo no sé si es rentable o no, pero ese no es el punto de este asunto. Las ganancias son de otro orden. La gran riqueza que se genera está en el proceso de soñar y construir, ni siquiera en el resultado final. Se trata de vivir los sueños, se trata de la experiencia de aprender a ser en un estado de conciencia más fascinante y enriquecedor que los índices de resultado finales probados.

La energía de soñar genera los recursos, no es al revés, no es el dinero el que genera los sueños. Claro está, cuando el sueño es auténtico, legítimo, sincero, profundo, verdadero. Confiar en esto es a lo que invita esta fábrica de intangibles, no medibles, no calculables, no sujetos de ninguna estadística ni encuesta de popularidad.

Las ideas y los sueños se sienten, se percibe su presencia y su poder transformador. Tal vez por eso los que tienen el poder se han preocupado de instalar la cultura del pragmatismo y del realismo concreto con tanta fuerza. Los sueños son el principal atentado para quienes hacen negocio con la superficialidad, con la miseria de la conciencia y con las promociones de la felicidad en cuotas y pagaderas con tarjetas de plástico. Ellos saben que soñar es un peligro para el sistema.

Las ideas y los sueños están en la parte clara de la existencia, la constituyen, son luz, no sombras. No amenazas, no muerte, no depredación. No guerra. No crisis. Los sueños abren, no cierran. Los sueños son revolucionarios, no reaccionarios. Los sueños son liberadores, no perseguidores. Los sueños son riqueza, no pobreza. Los sueños son libertad, no esclavitud.
Un sueño, queridos amigos, es una afirmación neurolingüística personal, íntima, profunda: Yo imagino. Yo quiero. Yo puedo. Yo decido hacerlo. Yo soy más feliz así.
Y según los que más saben de esto, el lenguaje crea la realidad. Por eso, sueña, crea, imagina, deséalo profundamente y exprésalo. Ya verás cómo se abre ante ti la vida y cómo caerán una a una las barreras y miedos a tu propia libertad. Y podrás ver cómo la vida vence a la muerte. Cómo la alegría le gana a la tristeza. Cómo el poder de la oscuridad se va en retirada.


(En el día del cumpleaños de mi hija Sol María Muñoz Németh)

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