miércoles, noviembre 28, 2007

Ideas, recurso humano escaso.


A Don Anselmo no le interesa la creatividad. La detesta. Como detesta a los creativos.
Lo que pasa es que Don Anselmo es ese viejo chico, anticuado, conservador, defensor a ultranza del sistema, apegado a las costumbres, ultra formal, lógico por sobre todas las cosas, que todos llevamos dentro. Ese viejo chico que lo critica todo, pero que nunca ha propuesto nada nuevo. Simplemente porque no va con él. A él le gustan las cosas como han sido siempre, incluso le gustan las cosas como eran antes, ni siquiera las de ahora.

A usted, como a Don Anselmo, puede resultarle de poca relevancia este asuntito de las ideas y la creatividad. Cómo explicarle que aquí radica la diferencia de casi todas las cosas.
La creación de nuevas respuestas a los problemas de siempre es como un mandamiento del nuevo tiempo que vivimos. Cómo le digo, un norte ineludible. Un mandato insoslayable. Un imperativo.
Esto, aunque lo he oído reiteradamente en algunos círculos de personas inteligentes de este país, son palabras al viento. En realidad, no se creen ese cuento, porque, aparte, no creo que lo entiendan mucho.

La creatividad en todos los aspectos de la vida nos hace mejores, con menos. Nos vuelve extraordinarios en lugar de ordinarios. Nos genera valor, eso que todos buscan y que creen que se compra en la ferretería o en la conferencia del gurú.

Don Anselmo se revuelve de rabia cuando me oye hablar de estas cosas, sobretodo cuando sublevo a mis alumnos y les pido que busquen la ruptura con lo obvio, que miren las cosas de otra manera, que hagan analogías, que usen el hemisferio derecho del cerebro. Para buscar ideas frescas.

Durante este año 2006, en este espacio conversaremos de creatividad en comunicación en sus diversas expresiones: comunicación social, publicitaria, periodística, política. Don Anselmo, el viejo que llevamos dentro, nos estará acechando y boicoteando siempre.

Fíjese, usted, en este dato como ejemplo: una de las millonarias campañas publicitarias hechas en Chile el 2005, consideradas entre las mejores del año, sólo obtuvo el 4% de recordación. Sólo un 4% de las personas la recordaron. Tal vez esto no le diga nada. Pero quienes anunciaron y pagaron esta tremenda campaña deben estar muy preocupados. Botaron la plata a la basura. Imagínese cómo están los que invirtieron y ni siquiera aparecen en el ranking de los recordados.
Este es un problema de creatividad en publicidad. Uno de los imperativos es crear campañas memorables. Que la gente recuerde la publicidad y la asocie a marcas y beneficios. Hace algún tiempo atrás, una campaña efectiva podía alcanzar entre un 20 y un 50 % de recordación, eso era lo habitual. Pues bien, la mejor del 2005 obtuvo un 4%. Esto es fatal y nos habla de que hay una crisis creativa profunda en esta industria.
Pero eso no es todo, aunque no se midieron las campañas electorales, el problema fue más o menos el mismo. Ausencia de ideas memorables. ¿ Usted recuerda alguna campaña política como interesante, diferente, que se haya escapado de la mediocridad ambiental?

Bueno, así también la comunicación periodística llega a sus más bajos niveles de calidad como producto de entregarse a los contenidos triviales, sin imaginación, sin nuevas perspectivas, a las que ya nos tienen acostumbrados los medios.

Pero en este espacio no sólo vamos a criticar. Dialogaremos sobre cómo estimular las ideas, para hacer más efectiva la comunicación, para desarrollar valor en los mensajes y significados.
Si usted está interesado en este diálogo sobre cómo mejorar la creatividad en comunicación, envíe sus comentarios, pifias, aportes, ideas, por más ridículas o excéntricas que le parezcan. Perder el miedo al ridículo es el primer paso para producir ideas frescas.

Don Anselmo, dentro de mi, grita, se pone rojo de rabia, le da con su bastón al gato, lanza improperios, amenaza, se resiste a todo lo que suene a estas cosas. Bueno, hay que comprenderlo, es una parte de nuestra resistencia interna a las ideas. Y cada día se pone más viejo y más porfiado, aparte de sordo, ciego e intolerante.

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