miércoles, noviembre 28, 2007

Másdelomismo


Ha circulado por la red un documento sobre política de comunicación para el posible nuevo gobierno de la Concertación y, en general, se puede apreciar que se trata de un conjunto de iniciativas destinadas a hacer más de lo mismo. Vale decir, muy poco, en materia de profundizar la comunicación gobierno-ciudadanos.
Los comunicadores de la Concertación, deben encontrarse muy contentos con las encuestas de popularidad de Lagos en su último año. Y los comunicadores de Michelle Bachelet, deben encontrarse muy contentos con las encuestas de popularidad de su candidata.
Todo pareciera indicar que la comunicación funciona perfectamente y no habría motivo para proponer cosas nuevas.

Comunicación para qué.
Toda política pública de comunicación y sus estrategias debería dar cuenta de una idea de país, de un sentido. Y esto simplemente no aparece. ¿Cuál es el país al que nos invitaría la comunicación de un futuro gobierno? ¿Qué es lo nuevo ahora que el país se consolidó en sus instituciones, alcanzó estos índices de crecimiento y se ordenó la casa? ¿Cuál es la relación que propone entre los ciudadanos y las autoridades en esta nueva etapa? ¿Cuáles son los valores que la comunicación pública compartirá con todos los chilenos?

Participación Ciudadana.
Aunque la candidata a presidenta plantea ente sus ideas centrales la participación ciudadana, no se ve ningún soporte contundente para pasar del dicho al hecho. La participación ciudadana no es posible sin comunicación, sin información oportuna y sin posibilidades reales de interacción entre los ciudadanos y quienes coordinan las políticas públicas. .
La conclusión de esto puede ser que la participación que se propone para el futuro es sólo un maquillaje de cambio, que viene a cristalizar la permanente exclusión de los ciudadanos en los procesos de construcción del futuro. Más de lo mismo, democracia coja, a medias, sin el actor principal.

Financiamiento de comunicación pública y medios democráticos.
Nada serio se plantea respecto de la necesidad de que los programas de gobierno tengan presupuesto para información, promoción y educación. Así, seguiremos con la gente desinformada de los beneficios de las políticas públicas, ajenas a la toma de decisiones y ausentes en el intercambio de información que hoy se da sólo a niveles de intermediarios privilegiados.
Y seguiremos con funcionarios acusados de usar presupuestos de mala forma, cuando quieran promover un beneficio para la gente.
En este mismo ámbito, no hay una definición sólida acerca de la necesidad de estimular, financiar, promover, medios democráticos independientes. A estos se les pide lealtad con la democracia, pero no se les pone ni una página en avisos a la hora de hacer campañas. La torta de la llevan los de siempre, los medios de la derecha.



Volver a las fuentes.
En los inicios de la Concertación, la comunicación fue una de nuestras más poderosas herramientas. Cuando entre todos ganamos la gran batalla del NO.. La Concertación era dueña de la comunicación, aunque no tuviera los medios, porque fue capaz de empoderarse de los valores democráticos, de la comunicación con la gente y del sentido de país que traía consigo un triunfo en el Plebiscito.
En los años posteriores, se mantuvo algo de eso. Aún cuando un connotado comunicador a cargo de este tema señaló “que la mejor comunicación es la que no se hace”. Así, poco a poco, la comunicación de la Concertación perdió el encanto, la belleza, la alegría, la creatividad, los colores, la sintonía fina con las emociones y sueños de la gente. Perdió el sentido y los conceptos. También los valores. Y perdimos el buen gusto.
Hasta que llegamos al rombo. Ese país cuadrado, compuesto por muchos cuadraditos bien alineados que hablan de un país que funciona, pero sin sueños y sin imaginación. Con una comunicación administrada por eficientes funcionarios especialistas en Chile Compras y en definir dónde debe ir colocado el rombo.

Calidad y cantidad.
Las estadísticas no dan cuenta de la falta de sentido, de la ausencia de sueños, de los sentimientos de exclusión y falta de reconocimiento, del desencanto, de la falta de confianza en las relaciones, de las barreras sociales y culturales para la innovación y la creatividad, de la sensación de abuso permanente de quienes tienen una cuota de poder sobre los que no la tienen. Entre otras cosas.
Aunque muchos comunicadores oficialistas quieran demostrarnos que esta es “La copia Feliz del Edén”, a punta de encuestas, es necesario reiterar una y otra vez que el problema no es de porcentajes, sino de calidad de las relaciones y de calidad de vida de la gente. De eso se trata la comunicación gobierno-ciudadanos. El resto es contar preferencias por lo menos malo contra lo peor que nos podría pasar.

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